Hace no pocos meses os dejaba en Instagram una reflexión, en la que hablaba de si debemos tener un ambiente 100% adaptado a los niños, completamente kidsfriendly, si debemos adaptar a nuestros hijos al ambiente, sometiéndolos a lo existente… o si, como opinamos nosotros (spoiler) el éxito está en encontrar el equilibrio.
Aprovecho para escribir esto, ahora que tengo un hueco, que llevo ya varios meses viendo que Instagram ya no sólo no es algo que manejemos y controlemos nosotros, sino que es completamente hostil si no sigues las reglas del juego… pero es que, además, viene “un gran apagón” y se jode todo. Hoy (no), para más señas. Así que mira, voy a empezar a dejar más reflexiones breves (no te lo crees ni tú, eso de breve) por aquí, que al menos esto es mío, y en el peor de los casos, ahí están mis archivos Word para la posteridad.
No me enrollo más sobre como el algoritmo pretende hacernos a todos una masa beige y bailarina, que enseña carne y sobreexpone a criaturas en una bacanal de sorteos y contenido vacío, y os dejo aquí un gran melón.
En aquel post del que os hablaba, tras una visita al dentista, que no es odontopediatra, de cómo nuestro éxito había residido en saber encontrar un espacio, en este caso unos profesionales, que no era un ambiente adaptado, lo que llamaríamos kids friendly o específico para niños, pero en el fondo lo era, seguramente más que alguno de los anteriores. Porque tenía lo importante, que era el respeto al niño y la capacidad de adaptarse a ellos, emocionalmente.
Que la sociedad y el mundo en el que vivimos es mayoritariamente hostil con nuestros hijos, y que el mundo está pensado para todo menos para ellos, es un melón que dejo para otro día. El caso, es que la realidad hoy es esta. Este es el mundo en el que vivimos, y es el mundo en el que crecen nuestros hijos.

Y si bien, no dejaré nunca atrás la lucha por un mundo más humano con los niños, más amable con ellos, tampoco me olvido de que mi hija tiene que ser una persona que pueda vivir en este mundo. Tiene que ser un ser humano integrado en esta sociedad, formar parte de ella. En la que tenemos, no en la utopía que podamos querer.
Ello pasa por, al tiempo que intento que su ambiente esté lo más adaptado a ella posible, criar y educarla en que se pueda adaptar al ambiente que ya existe. En casa tenemos esta premisa muy clara.
No vamos a dejar de vivir, no nos vamos a encerrar, ni vamos a montar un espectáculo de angustia y drama, porque el mundo en el que vivimos no sea una granja Montessori al pie de una tranquila colina ni una bucólica cabaña autosuficiente en medio de la montaña.

La realidad, es que una gran parte de la sociedad vivimos en lugares muy “cosmopolitas” (as in, poco amables, ya no con los niños, sino con cualquiera), y está en nosotros decidir que hacer con las cartas que la vida nos ha presentado.
Porque no todo el mundo puede o, qué “diantres”, quiere irse a vivir al campo, llevar a los niños a una escuelita rural de pedagogía Waldorf, comprar juguetes de madera de tonos apagados y “naturales” y dedicarse a la vida contemplativa y el ordeñado del ganado.
Que oye, mis mayores respetos a quien sí, pero no todos somos así.
Y ahí, la tesitura… ¿Te quejas porque no hay a tu alcance todo aquello que pone en tu manual de pedagogía Montessori, o te adaptas de la mejor manera a lo que el entorno te ofrece?

Yo lo tengo claro. Y así hemos criado desde el primer día.
Hemos salido de fiesta, de comida, de paseo y a hacer recados, a lugares que eran todo menos ambientes adaptados, pero nos hemos adaptado nosotros para que la experiencia fuera lo más kids friendly posible. Y creo que lo hemos conseguido en la mayoría de las situaciones.
Que una ciudad con pocos parques (ya no te digo naturales) y nulos restaurantes con espacio exterior para niños puede ser un infierno, si no tienes miras, o puede ser un lugar de juego y fantasía si tú, como progenitor te aplicas para convertirlo en ello.
Porque, para mí, un ambiente adaptado a un niño no es aquel lugar donde hay columpios autocorrectivos, adaptados a todas las edades, tallados de un árbol caído por las manos de un artesano ecologista y vegano (ojalá, la fantasía)… es aquel en el que tu llevas juguetes, propones juegos y ofreces una actitud tranquila y relajada, en el que tu hijo se sienta seguro y libre.
Que oye, si puedes elegir a un lugar más kidsfriendly, mola tanto más que la habitual oferta (por poner algo) de parques adultocentristas que abundan, pero puede ser mucho menos amable con tus hijos, si tu tan sólo vives para buscar el fallo de lo que te rodea.
Así que igual, el problema no es que los espacios sean más o menos amigables con los niños, se parezcan más o menos a un ambiente adaptado, y estén pensados, primero, para los niños… sino que no sabemos adaptarnos nosotros a la realidad que nos rodea.
Que igual el mundo es más bonito, si eres capaz de llenar una mochila de snacks, juegos y juguetes, ponerte tu mejor humor, y buscar pasar un buen rato con tus pequeños, en el entorno que sea.
Y no tienes porqué cumplir con los estándares de la influencer de pacotilla turno y transformar tu vida, tu forma de ser, tu entorno, para convertirte en devota de la crianza natural y rural.
Si vives en un entorno que no cumple con el manual de perfecta madre respetuosa (as in hippie de pueblo), no eres peor madre. Porque la clave no está en dejar de ser y cambiar el mundo por tus hijos, sino comprenderlos, respetarlos y darles herramientas para vivir en el mundo que tenemos.
