Para este post, voy a plantearos un tema clave en la crianza, y especialmente relevante en la lactancia materna: el papel que juega el padre en las mismas. Ya os adelanto, que para mi es fundamental.
Y aviso de que es un post largo, pero creo que la ocasión lo merece.
La equidad en los roles dentro y fuera del hogar.
Este año es un tema del que se va a hablar mucho (y muy necesario) ya que es el hilo conductor de la Semana Mundial de la Lactancia Materna.
Bajo el lema ¡Empoderémonos!, este año en la SMLM se va a debatir sobre el papel del padre (o la pareja) en la lactancia materna, sobre la igualdad de oportunidades en el mundo laboral y sobre la equidad en la distribución de trabajos.

La crianza no es cosa sólo de madres.
Este tema ya de nuevo tiene poco. Que los hijos son cosas de dos, es algo de lo que ya venimos hablando casi décadas, y que los padres deberían tomar un papel activo en la crianza de los mismos, es algo que creo que hoy en día todos entendemos.
Por desgracia, sigue siendo muy frecuente que las tareas y los roles en estos ámbitos, no esté repartidas de una manera digna para todos.
Las tareas se deben de repartir de una manera justa y equilibrada.
Y ojo.
He dicho justa y equilibrada, y no equitativa, porque no tiene porque ser “a partes iguales”. Los hijos son de los dos, pero está claro que en cada familia la situación es diferente y la repartición de tareas debería hacerse en consecuencia. Si uno de los dos trabaja más tiempo fuera de casa, es lógico que tenga menos tiempo para hacer otras cosas.
Una repartición equilibrada es aquella que permite a todos los miembros de la familia disponer de una cantidad de tiempo libre y de descanso igual para todos.
Pero está claro, que si uno de los dos tiene una jornada reducida o sólo trabaja en el hogar (que no desde el hogar, es decir, es ama o amo de casa), asume parte o la totalidad de esas tareas en la medida que trabaje más o menos horas fuera de casa.

Los platos sucios, los pañales y las reuniones del cole son de todos.
Al igual que los hijos y la casa, todas las tareas asociadas a estos son cosa de dos, y deberían repartirse de manera que nadie tenga un esfuerzo mayor que el otro.
Está claro que si a uno de los dos se le da mejor cocinar, o le importa menos limpiar los baños, si a papá se le da mejor la rutina de la hora del baño o mamá se maneja mejor con la contabilidad y las finanzas del hogar, es absurdo dividir las tareas a medias.
Las tareas se deben repartir teniendo en cuentas los puntos fuertes de cada uno, la disponibilidad horaria, los gustos personales… y en un hogar democrático, esto se hará valorando el trabajo que supone la crianza y el hogar, de manera justa para todos.
Cualquier podemos hacer cualquier cosa, y ni la cocina es cosa de mujeres, ni las tareas de bricolaje son cosa de hombres.
Pero pechos sólo tenemos las mujeres.
Y aquí viene el mayor pero, y donde en mi humilde y subjetiva opinión, muchas personas se equivocan en la manera de reclamar corresponsabilidad y equidad en la crianza.
Porque físicamente somos diferentes, y las mujeres somos las que tenemos pecho, y por tanto las únicas que podemos dar lactancia materna (en el envase original).
Está claro que un padre puede alimentar a su bebé antes de los 6 meses, aunque la pareja haya optado por una lactancia materna exclusiva. La madre se puede extraer la leche, y el papá se la puede ofrecer de cualquiera de las formas que hoy en día tenemos a nuestra disposición.
Que se pueda, no significa que sea la opción deseable.
Y aquí el quid de mi cuestión. Sí, un padre puede darle a su bebé un biberón (o vasito, o cucharadita) de leche materna si es verdaderamente necesario, porque las circunstancias así lo reclaman. Pero más allá de estas contadas situaciones de ausencia o imposibilidad de la madre, me surge una gran reflexión…
¿Es verdaderamente necesario?
¿Es imprescindible y deseable sacarse leche para que el padre se la de en un biberón, cuando mamá está disponible?
Me voy a volver al punto que os comentaba antes de las tareas del hogar, que creo que se entiende mejor, porque es un tema menos pasional que los propios hijos.
¿Tiene sentido que obliguemos a uno de los dos a cocinar la mitad de las comidas, si no se le da bien y/o no le gusta? ¿No tiene acaso más sentido que haga otra tarea en su lugar, y la persona que mejor cocina o lo disfrute más se encargue de toda la comida, y se libre de esa otra tarea?

Pues lo mismo con el papel del padre en la lactancia materna.
Si sabemos lo importante que es mantener la producción de leche materna los primeros meses, si sabemos que no es lo mismo el pecho que un biberón o una cuchara, si los pechos sólo los tenemos nosotras ¿Qué sentido tiene delegar esa tarea en otra persona que no dispone de ellos, más allá de la imperativa necesidad?
El papel del padre en la lactancia materna, no debería pasar por hacer que los padres den el pecho.
No es lógico, a mi parecer. Así de simple y sencillo. El padre puede hacer mil cosas más. Puede hacer todas esas otras mil cosas. Sólo hay una cosa (a priori y sin tener en cuenta las habilidades de cualquiera de las partes) que el padre no puede hacer de manera natural y sin ayudas. Que es dar el pecho.
Para mi, lo natural es que la madre dé el pecho, y el padre se encargue de otra tarea en su lugar.
¿Y que puede hacer el padre entonces?
No pocas voces suenan en más o menos cólera cuando las que reclamamos que la lactancia materna es algo que debemos hacer las mujeres, recordamos el hecho de que las de los pechos somos nosotras, y que los padres pueden hacer (también) todo lo demás.
Están desde las que nos llaman machistas (válgase la ironía de la afirmación) o que reclaman los derechos de los padres.
Porque el padre tiene derecho a tener apego con sus hijos, tener momentos de conexión, de amor y de complicidad. Es más. Si me preguntas a mi, no solo es un derecho, si no un deber de los mismos.
Pero esto se puede hacer de mil maneras que no tienen porque pasar por dar el pecho.
El papá puede ser el que se encargue de los baños relajantes de la noche, de quitar los posibles gases (signo de un mal agarre o muchos llantos), de los masajes, dormirlo en brazos, portearlo en la mochila, darle un pequeño paseo, cantarle canciones, jugar… Podría seguir así años y no se me acabarían las opciones.
Todas estas son maneras de crear un vínculo con apego, y de paso no entorpecemos una lactancia que ya de por si tendrá suficientes dificultades, dados los datos que tenemos acerca del éxito y las complicaciones en la lactancia materna.
El papel del padre en la lactancia materna puede (y debe) ser activo.
Pero es que la lactancia materna no sólo es el acto de dar el pecho. Es absolutamente todo lo demás relacionado con la misma. Y esto, señores míos, si lo pueden y deben hacer ellos.
Estar informados de la lactancia materna, conocer el funcionamiento, las crisis y baches de lactancia, los mitos y los beneficios de la misma es vital, también para los padres.
Porque el papel del padre, en la sociedad en la que vivimos, deberá pasar también por defender esa lactancia materna que ambos habéis escogido. Tu papel, como padre, es la de defender a ese binomio de madre/hijo en esa decisión tomada. Ser su escudo ante comentarios no solicitados y muy probablemente equivocados, ser su defensor ante miradas poco amigables…

Será la de proveer a tu pareja de las necesidades más básicas, de darle esa cucharada de lentejas o ese trocito de tostada a esa madre que apenas se ha podido levantar del sofá en esas primeras semanas.
Nuestra lactancia materna habría fracasado de no haber sido por el papel activo de Santo padre.
Es algo que no me cansaré de repetir. Hoy puedo decir orgullosa que hemos cumplido 27 meses de lactancia materna y en grandísima parte ha sido gracias a mi pareja.
De no haber sido por su absoluta dedicación a la casa y a cuidar de nosotras esos primeros meses, la infinita demanda de la anquiloglosia me habrían obligado a elegir entre la apocalipsis hogareña o la supervivencia de nuestra lactancia.
De no haber contado con su apoyo, me habría hundido en los momentos más duros, habría sucumbido a la dureza de los días y las tomas sin final.
De haberlo tenido como enemigo o de haberme sentido incomprendida, de haber tenido que justificar y explicar cada bache y cada momento de dificultad, me habría ahogado en explicaciones y discusiones.
De no haber comprendido que esto era mi cometido (entre otros miles) y sólo yo podía llevarlo a cabo en los primeros meses, de no haber aceptado el colecho, de no haber aguantado las lágrimas al ver a su hija llorar y aceptar que la salida fácil no era la mejor… de no haber sido por todo eso, hoy no tendríamos una lactancia materna.

Por todo ello, le estaré siempre inmensamente agradecida… pero también os recuerdo, que esto tampoco es cuestión de suerte.
Que yo elegí a mi pareja, o más bien acepte ser madre junto a él, porque compartimos una manera de ver la crianza. Que si por lo que sea en algún momento flaquea la corresponsabilidad, la reclamo. Y que le pido que me apoye en mis decisiones, al igual que yo le apoyo en las suyas.
Vuestras parejas son importantes en la crianza, y por supuesto también en la lactancia.
Porque los pechos sólo los tenemos nosotras, pero la lactancia materna es cosa de todos (también del resto de la sociedad, pero de eso, ya hablamos otro día).