En el post de hoy os vengo a hacer una reflexión que me gustaría que tuvierais en cuenta cuando los opinólogos se vienen arriba con frases como te está usando de chupete, esas modas que tenéis ahora o la famosa pregunta ¿otra vez con el niño la teta?
¿Otra vez con la niña a la teta?
Si otra vez con la niña a teta y las veces que haga falta…
Este post os lo escribo simplemente para vosotras, para reflexionar, para que os empoderéis cuando os vuelvan a regalar comentarios que no habías solicitado.
Es un recordatorio de porque escuchar a nuestra bebé y ofrecerle el pecho a demanda es importante. Y porqué no deberíais hacer caso aquellos que intentan limitar dichas tomas.
La oferta depende de la demanda.
Así de fácil y así de sencillo cuánta más teta pida el bebé más leche habrá, cuánta menos teta pida menos leche habrá.
Suena sencillo y aún así a la mayoría de gente, madres incluidas, se nos olvida.
Si un bebé pide mucha teta es porque la necesita, es porque necesita aumentar la producción de leche en un momento puntual o simplemente porque necesita ese apego y ese momento de unión.
Si le negamos eso necesidad, no solo no estamos escuchando a nuestros hijos, también podemos estar comprometiendo nuestra producción de leche.
En un post que os escribí para Mamateta os hablé del FIL, un componente de la leche materna, encargado de regular la producción.
La naturaleza es sabia.
A veces esto se nos olvida y pasamos por alto el hecho de que la evolución nos ha previsto de los mecanismos de supervivencia, propia y de nuestros descendientes.
Se nos olvida por completo que hemos sobrevivido desde hace millones de años a pesar de que los sucedáneos de la lactancia materna solo existe en desde hace menos de 200 años y que los relojes no era algo habitual en casa hasta hace menos de 100.
Si los niños lloran es porque sus ancestros así lo hicieron, y sobrevivieron a diferencia del que no lo hizo y se lo comió alguna bestia prehistórica. Son sus genes los que perduraron, porque son esos los mecanismos que le permitieron sobrevivir.
Y lo mismo, con la teta.
Los niños piden la teta que necesitan, una y otra vez si hace falta. Porque la teta no es sólo alimento… es amor, apego, consuelo… es seguridad y sosiego.
Hace 300 años nadie cuestionaba que un bebé tomara el pecho más allá de lo 12 meses, puesto que el destete natural se encontraba entre los 2 y los 7 años.
No fue hasta que las farmacéuticas y sus sucedáneos de leche materna (que salvan vidas, pero que deberían ser la excepción, no la norma) hicieron suyo el mercado infantil, que todo esto se cuestionó.
De repente lo que había existido desde antes que el hombre fuera hombre, es una moda. Lo que apenas conseguimos mantener hasta la mínima recomendada de dos años, se cuestiona a partir de los pocos meses…
Si te pide mucha teta, no te está tomando el pelo.
No te quiere dominar, no quiere gobernar el mundo ni se está quedando contigo.
La teta es lo que espera y lo que conoce, es su medio de comunicación los primeros meses.
Si quiere teta otra vez, no es un pequeño dictador, si requiere de tu atención y tu presencia constante, no es un tirano, es humano. Estamos genéticamente programados para hacer que nuestros padres nos cuiden los primeros años. Porque no hace tanto, en términos evolutivos, la falta de ese constante cuidado habría supuesto su muerte.
Así que si, otra vez a la teta.
Y no, no voy a crearle un problema.
Porque la teta no es mágica ni milagrosa. No tiene superpoderes, benévolos o malignos.
No lo convierte en Einstein, ni produce caries, ni convoca a Edipo, ni te destroza las tetas (amiga, eso lo hace el tiempo)…
No tomará teta con 15 años, ni dejará de comer, ni será más tímido…
Todo eso ocurrirá o no, pero no dependen de la teta. Depende de mil y una cosas, muchas incluso más probables en una lactancia artificial si está va acompañada de desapego o de una educación autoritaria.
Pero no, la teta no tiene la culpa, aunque lo repitáis una y otra vez.
Y si. Le voy a dar teta, otra vez.
Porque quiere él o ella, porque quiero yo.
Porque a nadie le importa y nadie debería meterse en aquello que médicamente está recomendado.
Es vuestra decisión y a nadie más le corresponde decidir sobre ella y emitir juicio al respecto.
Y al que no le guste, es libre de apartar la mirada, esquivar la imagen, ignorar lo sucedido y dejar pasar lo ocurrido.
Así que sí, queridx [insertar aquí sujeto en cuestión], otra vez con la niña a la teta… ¿quieres tu también un poquito?
Le voy a dar teta otra vez, porque de ello depende que crezca bien.
Este epílogo es una reflexión personal.
Después de todo lo que he aprendido sobre lactancia materna, frenillos y demás, me alegro más que nunca de haber hecho caso allí instinto y no a los demás.
Nuestra lactancia no fue común, no fue ideal. Si yo hubiese hecho caso de las limitaciones, si hubiese escuchado a quien me preguntaba con recelo si iba a poner a la niña a la teta otra vez… nuestra lactancia hoy no existiría.
Habría dejado a mi hija con hambre, habría perdido peso, habría mermado la producción de leche y habría condenado a nuestra lactancia.
Y con ello, habría mandado al garete un ejercicio impagable para flexibilizar la lengua, mejorar la forma del paladar y solucionar en parte la retrognatia.
Así que si, mi hija está otra vez a la teta.
Y las veces que ella lo necesite.
Porque ella sabe cuando y porqué lo necesita. Y nadie más que ella, y si acaso yo, tiene una palabra más en esto.
Y para cuando me pregunten otra vez, que hasta cuando la teta…
… contestaré que hasta que la gente deje de meterse donde no la llaman y dejen de ser indiscretos.
O hasta los 18 años.