Hoy os vengo a contar una cosa, una sola que vale por mil, sobre mí.
(Esto era un post de IG, pero como veis, me he venido arriba, y blog, para qué te quiero sino).
Soy Zora y vivo a través de un apego inseguro ambivalente. Si. A través. Podría ser a pesar, hay quien dice gracias a (cringe), y yo prefiero pensar y vivir a través de él. Camino de su mano.
Me acompaña, por suerte y por desgracia a menudo me guía, y forma parte de quien soy, facilitando e impidiéndome al mismo tiempo ser lo que quiero ser.
Cuando hablamos de trauma infantil, los que generan este apego inseguro, la mayoría lo vemos únicamente en términos extremos.
Al igual que otras violencias y ataques, únicamente entendemos el trauma en la infancia si han existido abusos físicos, vejaciones graves, violencia física y/o negligencia extrema.
Pero el trauma no sólo se origina en sucesos graves, sino en la continuidad y la persistencia de sucesos que aparentemente no lo son tanto. El trauma puede tener muchas caras y puede surgir de muchos pequeños “ataques” continuados y mantenidos en el tiempo:
– De una ausencia no comunicada, prolongada y/o no gestionada.
– De la falta de estabilidad emocional de uno o varios progenitores.
– De la imposibilidad de crear lazos más allá de ese núcleo de apego inseguro, por una vida nómada.
– De la falta de coherencia entre las vivencias y el relato que se nos ofrece al respecto, o la más absoluta incomunicación.
– De la parentalización infantil, una postura que obliga al niño a convertirse en progenitor secundario de facto. Y en muchas ocasiones a ejercer de progenitor de los propios, cuando no tiene edad para tal cosa.
– De la falta de presencia y la invisibilidad de cara a nuestros cuidadores, ausentes o presentes.
– De la distorsión persistente de la realidad y de los hechos que vives, pero que el adulto no quiere reconocer.
– De la pobreza continuada y la falta de recursos, del agravio comparativo.
– De la no aceptación de una individualidad, forzada de manera constante a encajar en el papel que más conviene al adulto.
– De la revictimización y la repetición del trauma, repitiendo el ciclo de presencia y ausencia.
Todos estos son ejemplos de hechos que llevan a crecer con un trauma, y nos llevan a criarnos con un apego inseguro. Todos los mencionados, y alguno más que seguro me dejo, son los que me han traído hasta aquí.
Gracias y a pesar de ellos, soy quien soy.
Vivo a través de ellos, vivo a través de mi apego inseguro, para bien y para mal.
Me ha dado herramientas, de supervivencia, que me permiten llegar más lejos y hacer más. Pero también es un lastre infinito, una cárcel invisible, que me impide hacer tantas cosas que físicamente puedo, pero mi cabeza es incapaz de gestionar.
Y digo que vivo a través de mi apego inseguro, y no gracias o a pesar de él, porque me acompaña cada día. Porque vivo intentando aprovechar el potencial que me brinda en bandeja, pero también aceptando el lastre que supone. Aprendiendo día a día a ser más consciente de mis automáticos y buscando herramientas para poderlos gestionar.
Vivo a través de mi apego inseguro, porque me ha formado y me ha hecho ser quien soy.
Me ha hecho empática, resolutiva, amistosa y voluntariosa.
Pero también me ha hecho dependiente emocional, insegura, temerosa y ansiosa.
Estos últimos años, tras haber comprendido en terapia que soy quien soy, pero no quien me digo ser, y que con mis cartas tengo que jugar, estoy aprendiendo a vivir a través de mi apego, y no gracias y a pesar de él.
El otro día una amiga me decía que era demasiado buena persona, porque donde había un claro ataque y mierda al ventilador, yo veía a una persona sufriendo y me creía su cambio y su evolución. Solo el tiempo dirá si es cierto, y en ambos casos, abrazo a esa persona.
No soy buena persona (por esto), soy humana y estoy aprendiendo a ser benevolente. Conmigo, principalmente, y eso se consigue, también, a través de los demás. He aprendido a permitir que los demás se equivoquen, que hagan daño sin intención de herir, que lastimen y que aprendan de sus errores. Que evolucionen, más allá de donde hicieron daño y no vuelvan a hacerlo. Entender, incluso, que están creando una falsa ilusión, para protegerse a si mismos de una realidad propia que no son capaces de gestionar.
Porque yo también soy así.
A través de mi apego inseguro me he dejado engañar, manipular, he sido ansiosa y excesiva. He demandado excesiva atención, y me he bloqueado por una ausencia. A través de mi apego inseguro, he hecho daño a los demás, no he gestionado bien las situaciones y no he sabido poner límites a tiempo. A través de mi apego inseguro, me cuesta comunicar, y me resulta difícil aceptar que las cosas pueden cambiar. Al mismo tiempo, que yo cambio día a día, con todo aquello que aprendo atravesando mi trauma día a día.
Así que intento ser benévola, incluso con quien me ha hecho daño, y ahora clama que es todo lo contrario, y que es mejor (que los demás).
No lo hago por ser una buena persona con los demás, lo hago por ser una buena persona conmigo.
Porque yo, viviendo a través de mi apego inseguro, también me equivoco, erro y hago las cosas mal. Si soy capaz de perdonar a los demás, soy capaz de perdonármelo a mí. Soy capaz de cogerme de la mano, darme una palmadita en la espalda por los aciertos, y abrazarme por los errores, de los que tengo que aprender mucho más.
Antes me castigaba, mucho, por ser como soy, porque tener esos automáticos que no son sencillos de modificar, y con ello no sólo no solucionaba nada, sino que me hacía un daño terrible. Vivía a pesar de mi apego inseguro, incluso cuando éste me ayudaba a lidiar con la vida.
Ahora vivo a través de mi apego inseguro, o al menos lo intento cada día con todas mis fuerzas. Observo a mi entorno y me observo a mi misma, para entender mejor el porqué de todo aquello que no hago del todo consciente. Para entender mis fracasos y mis victorias. Mis fortalezas y mis defectos. Agarro todo, bueno y malo, y avanzo con ello. Vivo a través de ello
Y lo digo bien en alto. No soy buena persona, no soy perfecta, soy humana y me equivoco. Tengo muchos defectos, al igual que fortalezas, y abrazarlos a todos, me permite vivir a través de ellos, y no en una lucha constante por eliminar lo que no me gusta.
Hoy me paro a reconocer mis victorias. A valorar que he sido capaz de entender que no puedo vivir gracias y a pesar de mi apego inseguro, y que la repetición del trauma no es sino una señal de que aún tengo cosas que gestionar.
Que aún necesito muchas herramientas para aprovechar las fortalezas que me ha aportado el trauma y transformar las dificultades que suponen en mi vida. Poco a poco soy capaz de ver mis mecanismos de defensa y huida y transformarlos en actitudes más sanas para todos, para mi primero y para todos los demás.
Hoy me reconozco rota, compleja, herida, imperfecta y reactiva. Pero también en proceso de aprendizaje y aceptando la vida. Porque mi trauma fue el que fue, y lo que fue no se puede cambiar. Pero si podemos trabajar para vivir a través de las consecuencias del mismo, y no a su pesar.
Y aquí queda un post sin SEO, sin legibilidad, con aires de Instagram, y palabras de más.
Si te gusta lo que lees en este blog, puedes suscribirte a la derecha, y estaré encantada de leerte en los comentarios.
